19 septiembre 2014

Mató a su compañero de celda porque roncaba.




Las consecuencias psicológicas que acarrea el aislamiento en una prisión son terribles. Una persona que entra después de cometer un robo, es capaz de convertirse en un asesino de la noche a la mañana.

El compañero de celda de Mickael Totsen se encontraba bajo tratamiento y por este motivo roncaba excesivamente. Los ruidos alentaron el enojo de la comunidad carcelaria, que le dieron un contexto favorable al asesino.


Totsen, que cumplía condena por robos y otros delitos, se cansó de los ruidos molestos y harto de los ronquidos, estranguló a su compañero.

La defensa quiso convencer al tribunal de que Totsen sufría dolores de espalda, insomnio y que estaba bajo medicación, “lo que pudo conducirlo a un estado paradoxal, que acabó en una pulsión agresiva de la que no se acuerda”.

Las autoridades hicieron caso omiso a la excusa y prolongaron la estadía del asesino en la cárcel.

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